Hablar de longevidad hoy ya no es hablar únicamente de vivir más años, sino de cómo vivimos esos años. La verdadera aspiración no es sumar tiempo al calendario, sino ganar calidad de vida. Desde mi experiencia, lo que llamo “longevidad consciente” es ese camino en el que la belleza, la salud y el bienestar se encuentran en equilibrio, con el propósito de que cada etapa vital sea plena y satisfactoria.
Mucho más que genética: el papel de los hábitos
Aunque los genes tienen un peso importante, los estudios científicos confirman que más del 70% de nuestra longevidad depende de los hábitos. Es ahí donde tenemos un margen de acción inmenso. La alimentación equilibrada, el ejercicio regular, un buen descanso y la gestión del estrés son pilares básicos que nos permiten prevenir enfermedades y mantener un organismo fuerte y vital.
El cuidado de la piel y del cuerpo también forman parte de esta ecuación. No solo porque reflejan hacia fuera cómo nos sentimos, sino porque cuidarnos alimenta la autoestima y nos motiva a mantener rutinas saludables. La estética, en este sentido, se convierte en un aliado de la longevidad: no es superficial, es un motor que nos ayuda a seguir adelante con energía y confianza.
El poder de lo que sentimos
Con los años he comprendido que la longevidad es también emocional. El entusiasmo, la curiosidad, la ilusión por aprender y la capacidad de emocionarnos con las pequeñas cosas tienen un efecto directo en nuestra biología. Cada vez hay más investigaciones que demuestran cómo las emociones positivas protegen el corazón, fortalecen el sistema inmunológico y retrasan procesos de deterioro.
En cabina lo veo constantemente: una persona que se siente escuchada, que encuentra un espacio de calma, que sale más relajada después de un masaje o un tratamiento, no solo ha mejorado su piel, también ha equilibrado su interior. Esa conexión entre lo emocional y lo físico es una de las claves de la longevidad consciente.
Tratamientos que acompañan la vida
Hoy contamos con tecnologías y protocolos que no buscan transformar a nadie, sino acompañar al organismo en su proceso natural de envejecimiento. Hablamos de tratamientos no invasivos que estimulan la producción de colágeno, mejoran la calidad de la piel, reafirman tejidos y favorecen la microcirculación.
El objetivo no es frenar el tiempo, sino lograr que cada etapa tenga su mejor versión. La radiofrecuencia, la estimulación muscular, la oxigenación celular o la mesoterapia facial y corporal son grandes aliados. Siempre desde un enfoque holístico: combinamos técnicas manuales, aparatología y cosmética avanzada para alcanzar resultados visibles y, a la vez, respetuosos con la salud.
Belleza y salud como filosofía de vida
La longevidad consciente no se limita a una lista de hábitos saludables o a un calendario de tratamientos. Es una actitud. Significa prestar atención a lo que comemos, a cómo nos hablamos a nosotros mismos, al modo en que nos relacionamos con los demás. Significa dar espacio a la calma, aprender a parar, reconectar con la naturaleza y con nuestra respiración.
Es también tener la valentía de soltar lo que ya no nos sirve, rodearnos de personas que nos inspiran y cultivar la gratitud. Porque vivir más tiempo no tiene sentido si no lo vivimos con plenitud, si no cuidamos nuestras emociones, si no aprendemos a disfrutar de la belleza en todas sus formas: la de un rostro cuidado, la de un cuerpo fuerte, la de una mente curiosa y la de un espíritu sereno.
El futuro de la longevidad
Cada día vemos cómo la longevidad se convierte en un tema de actualidad. No es casualidad: la esperanza de vida se ha alargado y necesitamos dar respuesta a un nuevo reto social. No basta con sumar años, hay que dotarlos de sentido. La estética, la medicina preventiva, la nutrición y la gestión emocional se unen para darnos herramientas que hace unas décadas parecían impensables.
En mi caso, siempre he defendido que la belleza es bienestar y que cuidarse no es una frivolidad, sino una forma de respeto hacia uno mismo. Por eso creo que la longevidad consciente no es una moda pasajera, sino una filosofía que marcará el futuro: más integral, más humana y más enfocada en disfrutar del tiempo que tenemos, sea cual sea nuestra edad.
Longevidad también en la empresa y el liderazgo
Cuando hablamos de longevidad no podemos olvidar el plano profesional. Muchas veces la edad se percibe como una limitación, cuando en realidad puede ser una fortaleza inmensa. Yo misma soy un ejemplo: tras más de cincuenta años en este sector sigo con la misma ilusión de la primera vez que abrí mi centro, y con una visión aún más amplia gracias a la experiencia acumulada.
La longevidad consciente también significa seguir aprendiendo, reinventarse y aportar valor a proyectos empresariales incluso cuando otros podrían pensar que es hora de retirarse. Para mí, la edad no es un freno, sino una fuente de sabiduría, de creatividad y de resiliencia. Esa mirada larga, que se construye con los años, me permite anticipar tendencias, comprender mejor a las personas y orientar cada decisión con un criterio sólido.
En el mundo de la estética, y en cualquier ámbito empresarial, la innovación necesita la frescura de los jóvenes, pero también el respaldo de la experiencia. Creo firmemente en esa suma: lo nuevo y lo consolidado, lo disruptivo y lo probado. Mi trayectoria me ha enseñado que la belleza, la salud y el bienestar se entienden mucho mejor cuando se han vivido en carne propia las distintas etapas de la vida.
Seguir al frente de mi empresa con más de 80 años es, para mí, la mejor prueba de que la longevidad real existe, y que mantener la mente activa, la pasión intacta y el compromiso con el trabajo son claves para inspirar a otros a no rendirse nunca.
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